23 años después…

Hoy vengo a contaros algo personal, sobre Educación, pero muy mío.

Hace unas semanas acudí a la #EduJornada que organzó Ingrid Mosquera sobre las #CharlasEducativas y allí me encontré con Belén Palop.

Me hizo mucha ilusión porque esa semana iba a impartir un webinar sobre Pensamiento Computacional y el Método Singapur en Matemáticas organizado por Polygon Education y ya sabéis que son dos de los temas que más me apasionan últimamante; además, el taller lo iba a dar con mi gran amigo Luis Solano

Bueno, pues después de la #EduJornada y de asistir al webinar, me acordé de mi profe de Informática de la Escuela de Magisterio. Era una profe joven, muy vital, que hablaba de los ordenadores como si fueran algo cercano y normal…cosa que yo por aquel entonces no compartía para nada.

Y dándole vueltas a la cabeza, después de hablar con Belén y de escucharla hablar con esa ilusión y energía en el taller, caí en la cuenta. ¡Belén había sido mi primera profesora de informática! Como no estaba segura del todo, acudí ayer a ella y me lo confirmó ¡Ella había sido mi profesora!

Lo increÍble de esta historia es que ella fue la que me quitó el miedo a los ordenadores, a la infromática. Llegó un día con una torre y la abrió ¡Yo jamás había visto un ordenador por dentro! Si recuerdo una clase de mis años de magisterio en la UAH, es esa.

Gracias a esas clases, empecé a cogerle el gustillo a todo lo tecnológico; tanto fue, que años después , casi recién llegada al cole asumí el puesto de TIC y conseguí ordenadores para todas las clases de infantil, para que tuvieran su rincón del ordenador. Eran ordenadores donados y muy viejos, así que todas las semanas me tocaba abrir alguno de esos ordenadores y cambiarles alguna cosa, pero ya no me daba miedo porque Belén me había enseñado la MAGIA de la tecnología.

Aprendí programación, creé la web de mi cole, abrí este blog, intruduje el Pensamiento Computacional en mis clases y ahora ando liada con la IA y cualquier aplicación que pueda ayudarnos en esto de educar a nuestros pequeños.

Así que después de todo esto que os he contado, solo puedo decir:

¡GRACIAS BELÉN!

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